Pedos de Monja (Pets-de-Nonne)
Los Pedos de monja —llamados en francés Pets-de-nonne, literalmente “pedos de monja”— son unos buñuelos ligeros, huecos y dulces, con un interior suave y una corteza crujiente y dorada.
Detrás de su nombre curioso se esconde uno de los dulces más refinados de la repostería monacal. Estas pequeñas bolitas de masa choux fritas son pura tentación: suaves como nubes por dentro, ligeramente crujientes por fuera, y cubiertas con una capa de azúcar glas que se derrite al primer bocado.
Su origen se remonta a los conventos franceses de la Edad Media, donde las monjas elaboraban postres con los pocos ingredientes disponibles —huevo, harina, mantequilla y azúcar— y mucha destreza. Con el paso del tiempo, este dulce cruzó fronteras y se popularizó en España, Italia, Bélgica y América Latina, donde cada país le dio su toque propio.
Ingredientes para 30 unidades aprox.
Para la masa choux:
- 125 ml de agua
- 125 ml de leche entera
- 100 g de mantequilla sin sal
- 1 pizca de sal fina
- 1 cucharada de azúcar
- 150 g de harina de trigo tamizada
- 4 huevos medianos
Para freír:
- Aceite de girasol o de oliva suave (cantidad suficiente para freír)
Para rebozar:
- Azúcar glas o azúcar normal (al gusto)
- Canela molida (opcional)
Paso 1: Preparar la masa choux
La masa choux es la base de muchas maravillas de la repostería: profiteroles, éclairs, lionesas, y también nuestros pedos de monja. Su secreto está en conseguir una masa ligera y bien aireada que, al freírse, se infle y quede hueca por dentro.
- En una cacerola, pon el agua, la leche, la mantequilla, la sal y el azúcar.
- Lleva a fuego medio hasta que la mezcla hierva y la mantequilla esté completamente derretida.
- Retira del fuego y añade de golpe la harina tamizada.
- Remueve con una cuchara de madera hasta que se forme una masa compacta que se despegue de las paredes de la olla.
- Vuelve a poner la cacerola al fuego medio durante 1–2 minutos más, removiendo sin parar para “secar” un poco la masa.
💡 Consejo: este paso es importante. Si no se evapora el exceso de humedad, los buñuelos absorberán más aceite al freírse.
- Pasa la masa a un bol grande y deja templar 5 minutos.
- Añade los huevos uno a uno, mezclando bien después de cada incorporación.
Al principio parecerá que la masa se corta, pero sigue batiendo hasta que recupere su textura homogénea y brillante.
La masa final debe quedar suave, cremosa, elástica y ligeramente pegajosa, pero no líquida.
💬 Si al levantar la cuchara la masa cae formando una cinta espesa, está perfecta.
Paso 2: Freír los buñuelos
- Calienta abundante aceite en una sartén profunda o cazo, a unos 170–180 °C.
(Si no tienes termómetro, introduce un trocito de masa: debe subir lentamente a la superficie burbujeando). - Con dos cucharillas o una manga pastelera, forma pequeñas porciones de masa y déjalas caer con cuidado en el aceite caliente.
No pongas muchas a la vez: la temperatura del aceite debe mantenerse estable. - Fríe los buñuelos hasta que estén dorados y ligeramente crujientes, unos 3–4 minutos.
- Dales la vuelta para que se cocinen uniformemente.
- Sácalos con una espumadera y colócalos sobre papel absorbente para eliminar el exceso de aceite.
💡 Truco: los pedos de monja deben inflarse al freírse. Si no se hinchan, puede que el aceite esté demasiado frío o que la masa esté demasiado húmeda.
Paso 3: Azucarar los pedos de monja
Mientras todavía están tibios, pásalos por:
- Azúcar glas, para un acabado delicado y de repostería.
- O azúcar normal mezclado con canela, si prefieres un toque más tradicional.
También puedes espolvorearlos con un colador fino si no quieres cubrirlos del todo.
Paso 4: Servirlos
Los Pets-de-nonne se sirven preferentemente recién hechos, todavía templados, cuando la corteza cruje y el interior es ligero como una nube.
Puedes acompañarlos con:
- Una taza de chocolate caliente espeso 🍫
- Un café aromático ☕
- O un vino dulce o moscatel 🍷
Si te sobran, guárdalos en un recipiente hermético, aunque lo ideal es comerlos el mismo día, ya que pierden su textura crujiente con el tiempo.
Historia y curiosidades del nombre
El nombre Pets-de-nonne significa literalmente “pedos de monja”.
Este título tan peculiar nació en los conventos franceses del siglo XVII, donde las monjas preparaban pequeñas frituras de masa ligera.
La leyenda cuenta que una monja, al dejar caer una cucharada de masa en el aceite caliente, exclamó por sorpresa un pequeño “¡oh!”… y de ahí surgió la broma entre las hermanas, que comenzaron a llamar a esas bolitas pets-de-nonne, como si fueran un “suspiro celestial”.
Con el tiempo, el nombre se popularizó entre los pasteleros franceses, que lo mantuvieron con humor y ternura. En España y América Latina se tradujo como “pedos de monja”, conservando su tono divertido.
Hoy, este dulce se encuentra en las pastelerías más finas de Francia, bajo ese nombre irreverente, pero siempre con el mismo sabor celestial que lo hizo famoso.
El secreto está en la textura
La masa choux, cuando está bien hecha, se caracteriza por su capacidad para inflarse sin levadura gracias al vapor del agua y los huevos.
Al freírla, ese vapor queda atrapado dentro, formando un interior hueco y esponjoso. Por eso, los pedos de monja son tan ligeros: casi parecen flotar en la boca.
Un error común es añadir demasiados huevos o no dejar secar la masa lo suficiente. En ese caso, el interior queda húmedo y no se infla bien.
Otro consejo es mantener la temperatura del aceite: si está demasiado caliente, se dorarán por fuera antes de cocinarse por dentro.
Rellenos y variantes
Aunque los pedos de monja tradicionales se sirven vacíos, en muchas regiones se han popularizado versiones rellenas:
- Con crema pastelera:
Una vez fríos, haz un pequeño orificio y rellénalos con crema pastelera espesa.
El contraste entre la masa ligera y la crema suave es irresistible. - Con nata montada o chantilly:
Para una versión más fresca, rellénalos con nata azucarada.
Espolvorea azúcar glas por encima y sirve fríos. - Con chocolate o crema de avellanas:
Perfectos para los amantes del cacao.
Un toque de crema de chocolate en el interior los convierte en un pecado dulce. - Con dulce de leche o cajeta:
En América Latina, es muy común rellenarlos con dulce de leche, creando una versión cremosa y adictiva.
Versión al horno (sin freír)
Si prefieres una versión más ligera, puedes hornearlos en lugar de freírlos.
Cómo hacerlo:
- Coloca porciones de masa choux sobre una bandeja con papel de horno.
- Hornea a 190 °C durante 25 minutos, hasta que estén dorados e inflados.
- Deja enfriar sobre una rejilla y espolvorea azúcar glas.
El resultado son buñuelos más ligeros, con el mismo sabor y menos grasa.
Salsas para acompañar
Puedes servir tus pedos de monja con diferentes salsas dulces para crear contrastes de sabor:
- Salsa de chocolate caliente: funde 100 g de chocolate con 100 ml de nata y 1 cucharada de mantequilla.
- Salsa de caramelo salado: calienta 100 g de azúcar hasta dorar, añade 50 ml de nata y una pizca de sal.
- Salsa de frutas rojas: tritura frambuesas o fresas con un poco de azúcar y zumo de limón.
Cada una le da un toque distinto: clásico, goloso o frutal.
Cómo conservarlos
- A temperatura ambiente: 1 día máximo, en recipiente hermético.
- En nevera (si están rellenos): 24 horas.
- No se recomienda congelarlos, ya que pierden su textura aireada.
Si quieres prepararlos con antelación, puedes hacer la masa choux y guardarla en la nevera hasta 12 horas antes de freír.
Versión aromatizada
Dales un toque especial añadiendo a la masa:
- Ralladura de limón o naranja, para frescura.
- Una cucharadita de extracto de vainilla.
- Un chorrito de licor (como Cointreau o ron), para aroma.
- Una pizca de canela o nuez moscada, para calidez.
Estos aromas transforman los buñuelos en una experiencia más sofisticada.
Valor nutricional aproximado (por unidad)
- Energía: 70 kcal
- Grasas: 4 g
- Hidratos de carbono: 7 g
- Proteínas: 1.5 g
Aunque son dulces, su tamaño pequeño y su ligereza hacen que se puedan disfrutar con moderación sin remordimientos.
Un poco de historia monacal
Los conventos europeos fueron durante siglos auténticos laboratorios gastronómicos.
Las monjas elaboraban dulces con los ingredientes más humildes: huevos de sus gallinas, manteca, harina y azúcar.
De sus manos nacieron joyas como las yemas de Santa Teresa, las rosquillas, los alfajores o estos delicados pedos de monja.
En Francia, los Pets-de-nonne se servían en festividades religiosas y en invierno, acompañando el vino caliente.
En España, llegaron a través de los monasterios del norte y se adaptaron a los gustos locales, a veces con miel, otras con azúcar y canela.
Cada bocado es una conexión con esa historia antigua de dulzura y devoción.
Presentación y emplatado
Aunque son simples, los pedos de monja pueden lucir espectaculares si los presentas con un poco de estilo:
- Colócalos en una torre piramidal espolvoreada con azúcar glas.
- Sírvelos en copas individuales, con un hilo de chocolate caliente en el fondo.
- Acompáñalos con una ramita de menta fresca o frutas rojas.
- O preséntalos en una bandeja de papel dorado, como en las pastelerías tradicionales.
Un toque de elegancia transforma este dulce casero en un postre de fiesta.
Trucos finales para el éxito
- Usa mantequilla de calidad: marca la diferencia en el sabor y la textura.
- Tamiza la harina: evita grumos y mejora la ligereza.
- No añadas todos los huevos de golpe: detente cuando la masa tenga la textura adecuada.
- Mantén el aceite caliente pero no humeante.
- Azucara mientras están templados: así el azúcar se adhiere mejor.
Inspiración: menú de merienda conventual
Imagina una tarde de otoño, con aroma a mantequilla y vainilla en el aire.
Una mesa sencilla, un mantel blanco y un plato de pedos de monja recién hechos.
Acompáñalos con:
- Chocolate caliente espeso
- Té negro con canela
- Café con leche y espuma de vainilla
Y para completar, unas frutas confitadas o un vino dulce.
Una experiencia de calma, tradición y dulzura.
Conclusión: Dulzura celestial
Los Pedos de Monja (Pets-de-Nonne) son la prueba de que la repostería más sencilla puede alcanzar la perfección.
Solo cuatro ingredientes básicos —agua, harina, mantequilla y huevo— se transforman, gracias al arte del fuego, en bocados de aire, dulzura y ligereza.
Su historia mezcla humor, fe y placer culinario. Su sabor, delicado y reconfortante, nos transporta a los claustros silenciosos donde nacieron.
Cada pequeño buñuelo es un recordatorio de que la felicidad está en las cosas simples: un aroma a mantequilla derretida, el crujido del azúcar al morder, y el calor suave del corazón de la masa.
Así que la próxima vez que quieras endulzar tu mesa, no lo dudes: prepara unos pedos de monja, y deja que el espíritu dulce de la cocina conventual francesa te envuelva con cada bocado.
